domingo, 18 de diciembre de 2011

Animalejos

De un tiempo a esta parte ha aumentado la cantidad de camiones que van con chanchos al matadero. No me consta que vayan para allá, pero se dirigen hacia allá y no hallo otra razón para que camiones cargados de ganado porcino pasen por el frente de mi casa.

Ignoro cómo se comporta el mercado de la carne por lo que no tengo la más mínima idea de si habrá aumentado la demanda de chuletas o caezas de chancho. Sin embargo, lo que ha llamado mi atención no ha sido el aumento de la afluencia de cerdos al matadero.

Lo que captura mi atención es cómo chillan las pobres bestias. A diferencia de los caballos u otros animales, estos cerdos no van en silencio. Chillan y gruñen como reclamando por ir apretados en un vehículo, de pie y sin posibilidad de movimiento. A diferencia de los usuarios del transporte público, esta historia no termina tomando once en la casa, sino que con la muerte.

No sé si los chanchos sabrán lo que les aguarda. Tampoco sé si pueden presentir la muerte o si tendrán nociones de lo que ésta significa. Pero tanto chancho junto gruñendo no me ha dejado indiferente; es algo inquietante, sumado a que en alguna ocasión he visto a al menos uno con la cabeza sangrando. Agréguese a la imagen el olor a puerco impregnando el aire.

No soy animalista ni niñito sensible que levanta pancartas por los derechos de los animales. Considero que la búsqueda de casas para los perros es una pérdida de tiempo en vista de que hay tanto homo sapiens sin techo. Pero tampoco criticaré ni atacaré a quienes voluntariamente dedican su tiempo a cuidar y proteger a perros vagos y demases. Por lo demás, desprecio el rodeo y las corridas de toros.

Paradoja: Estoy en contra del maltrato animal pero no lucho por la causa. En realidad es algo que no me calienta lo suficiente.

Conversando un día con el Gato por el Paseo Ahumada llegamos a la conclusión que generalmente los más acérrimos protectores de causas animales son jovenzuelos de adolescencia extendida —es más fácil romper un átomo que un prejuicioy que, en realidad, la explotación de los animales para, por ejemplo, hacer pieles, está inserta dentro del consumismo, el neoliberalismo y todos aquellos males provenientes desde el infierno de la estupidez humana.

Aprovecho la ocasión para dejar enunciada una idea. Quizás esta idea no llegue nunca a materializarse en la vida real pero ojalá que alguien la pesque y la plasme en una película, un cómic, un cuadro, una canción, un poema, un grafitti, un meme o TODAS LAS ANTERIORES. Se trata de lo siguiente:

En una jornada de protesta, la violencia contra las Fuerzas de Orden se moviliza para variar al Parque Almagro. Millones de encapuchados apedrean a los pacos y sus vehículos, refugiándose de vez en cuando en las instalaciones de la Universidad Central y de la UTEM. Los pacos tiran sus gases ahogando a los manifestantes y los pacos a caballo reparten lumazos como enajenados dejando inconscientes y sangrando en el suelo a decenas de encapuchados. De repente llega un capucha y, con una mezcla de cuea y destreza, logra botar del caballo a un paco. El loco aprovecha la ocasión y se sube al caballo. Para sorpresa de todos los allí presentes, sabe montar a la perfección y armado con un palo que tenía en la mano se dirige hacia la policía montada y los persigue, golpeando con el palo a los que alcanza. Los pacos a caballo huyen despavoridos con las tetas al aire. Los caballos botan a sus jinetes y éstos, urgidos, corren tan rápido como sus gordos cuerpos les permiten hacia la micro de pacos para refugiarse. Los equinos, al verse libres de sus amos, desarrollan en ese instante alas y vuelan por el Parque Almagro.

  • Final alternativo 1: Los caballos vuelan con sus alas muy alto y se pierden en la estratósfera para siempre.
  • Final alternativo 2: Los caballos elevan su vuelo sobre el parque disparando rayos láser por sus ojos, destruyendo así los guanacos y zorrillos que hay por ahí. Los vítores de los manifestantes se oyen por toda la ciudad. Los caballos alados convocan a la ciudadanía a una Asamblea Constituyente.
Ayer salí a tomar la micro. Mientras la esperaba, observé cómo una pandilla de perros le daba jugo a un viejo que se acercaba hacia el paradero. Liderados por un perro cojo, acosaron al viejujo hasta que lo hicieron bajar a la caletera; se subió de nuevo a la vereda y lo siguieron weando. El hombre emitía en vano las clásicas interjecciones que se usan para espantar rropes. Un weón quiso ayudar al viejo pero tampoco sirvió. Me dio la sensación que le tiró un pollo al perro líder y que éste lo ignoró pero no me consta totalmente porque tenía lentes de sol y mi atención no estaba centrada hacia el weón (pensaba en chanchos sangrando).

Sacowea el weón que escupió al perro si es que lo hizo.

Tal vez es momento de recordar a los integrantes de nuestra fauna nacional: Tenemos al mono culiao, la chancha culiá, el perro culiao (interpretado por Rosa Espinoza), el sapo culiao, el pájaro culiao (con su primo el pajarón y la conchetumare), la vaca culiá gorda, la rata culiá traicionera y los caballos culiaos, el pollo culiao y el pollo coludido.

Mención honrosa para los pingüinos. Mención deshonrosa para el zorrillo y el guanaco.

Chao pescao.

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