jueves, 17 de noviembre de 2011

La canción de los caballos

Escribo esto porque es un recuerdo que me agrada bastante y no lo quiero olvidar.

En realidad tenía ganas de escribirlo desde que se plasmó en mi memoria, pero no lo hice, aunque de todos modos me parece habérselo contado a varias personas por el solo gusto de hacerlo, porque encontraba que era una historia bacán que valía la pena.

El problema es que al describirlo como algo bacán que vale la pena, genera inevitablemente expectativas en el humano o humana que lo leerá y posiblemente se decepcione luego de hacerlo al no hallar en los párrafos devorados motivos suficientes que permitan a la anécdota relatada acercarse a la bacanidad y/o valida de pena.

La cosa es que hace unos días quise rememorar el recuerdirijillo y lo tenía borroso en mi mente, así que me dije a mí mismo: "Mí mismo, escribe la weá pa que cuando te le olvide completamente podai releerla". Y encontré que me di una muy buena idea y me besé felicitándome. También me di un premio e hice un festival en mi honor.

El asunto es el siguiente:

El Tío Lito tenía un sucucho en Linderos en donde iban a tomarse unas pilsens personas que querían ingerir ese divino brebaje, generalmente trabajadores de faenas agrícolas del sector, temporeros y peones me imagino. El Tío Lito es mi tío porque es hermano de mi padre. Linderos queda cerca de Buin, mi pueblo natal.

Hace ya varios años, por lo menos un par, con mi viejo fuimos pa allá no sé por qué razón. No recuerdo el motivo. Parece que mi papá quería conversar un asunto con el tío y yo lo acompañé.

Llegamos, entramos, nos saludamos y mi tío dijo que nos sentáramos a una mesa mientras él terminaba de hacer unas weás en la cocina parece.

Nos llevó una chela y con mi viejo la tomamos mientras conversábamos banalidades de la vida y la cotidianeidad. Había más clientes también en una mesa del fondo y recuerdo también a una pareja. De esa pareja tengo la sensación de que conversaban o discutían de algo pero sin exaltarse y como que en un momento la mujer se fue, dándome la impresión que se había enojado con el loco o que el loco se la estaba joteando pero no alcanzó a llegar al punto que la mina se rajara con un beso pa que después le diera la pasá, y que se viró porque había otro weón más macho que la estaba esperando en otra parte.

¿Y por qué me dejó esa sensación? No sé. No me acuerdo. De hecho ahora me vino un flashback que me hace reconsiderar lo escrito anteriormente y parece que sí discutieron o se dieron jugo. Y puta, no es que cada vez que vea una pareja discutir me ponga a sapear pa cachar qué onda, pero me acuerdo de eso y lo puse acá po...

En un momento llegó mi tío a nuestra mesa y nos habló unas cosas y de cómo le iba con el negocio y no sé qué más. Comentó que la clientela eran por lo general hombres que venían del sur a trabajar de temporeros y que cuando se curaban a veces se ponían a hablar en mapudungun. Efectivamente, los de la mesa de al fondo empezaron a hablar en mapudungun pero no sé qué decían. Tal vez incluso era todo parte de una performance para impresionarnos a mi viejo y a mí, pero eso sería darnos demasiada importancia. Mi tío dijo también que los borrachos igual le hacían caso y que cuando algún curao le daba jugo, otros mismos curaos le prestaban ropa y/o sancionaban al jugoso por longi, porque naquever que se agilaran con Don José que era tan re-tela con ellos.

Mi viejo, en un momento reflexivo, me dijo después que al tío lo respetaban porque trataba a sus comensales de forma amable y sin prepotencia ni con insultos, y que eso era valorado por trabajadores que debían soportar a diario malos tratos y abusos de los patrones.

Estábamos en eso y se acercó a nuestra mesa un weón pa hablar con mi tío. Estaba medio copetiao el compadre y le dijo a mi tío algo así como "Don José, quiero poner una canción en el wurlitzer".

El sucucho tenía ese típico wurlitzer con millones de canciones y con una pantalla donde sale el video de la canción. Éste wurlitzer tenía puras rancheras y corridos mexicanos. O en volá no eran puros artistas mexicanos los que interpretaban los temas, también podían ser de otros países me imagino, pero las canciones eran todas rancheras.

Ahora bien, un purista del género podría decirme que una ranchera no es lo mismo que un corrido y que además habrían de existir más variantes y bla bla bla. Pero no tengo pico idea de la diferencia. Si alguien me ilustra al respecto lo agradecería. Espero que se entienda que cuando hablo indistintamente de ranchera o de corrido es para ilustrar a la típica canción que cuenta sufridas historias del campo con ritmo mexicanote.

Mi tío le preguntó qué canción quería poner y el loco le dijo que "la canción de los caballos". Con mi viejo mirábamos nomás.

Mi tío fue al wurlitzer, metió una moneda (no me acuerdo si la moneda era de él o se la pasó el loco) y empezó a sonar una ranchera terrible cortavenas, con letra sufrida como sólo una ranchera puede. El video de la canción era una secuencia de imágenes de carreras de caballos.

¡Era la canción de los caballos! Y la encontré la zorra.

domingo, 6 de noviembre de 2011

La discomicro y la discometro

Andar en micro o en metro tiene una similitud muy importante con el acudir a una disco o lugar afín donde no pare el bailoteo. Esta similitud radica en la relación que uno como varón lolo lleno de vida o adulto-jovén cortés y educadito tiene con el género femenino.

Y la similitud de la que hablo se expresa en dos acciones concretas: Ofrecerle el asiento a una señora y sacar una mina a bailar.

El modus operandi es el mismo en ambos casos, siendo idénticos los pasos previos para concretar la acción.

Por ejemplo, en ambos casos lo primero que se hace es observar el entorno buscando a la fémina adecuada para hacerle el ofrecimiento.

A veces uno ve a lo lejos a la candidata perfecta pero una suma de eventos desafortunados impide el contacto visual. Ella lo único que quiere es que uno le haga el ofrecimiento pero tampoco hace nada por acercarse porque duda que uno se haya fijado en ella. "No, él no me invitará, mejor miro para otro lado". Las razones de esto puen deberse a que la mujer en cuestión no se siente lo suficientemente washita carnúa o lo suficientemente vieja como para dar la instancia de recibir la invitación... o simplemente cree que uno es tan aweonao que nunca se avisparía. "Este weón no se da cuenta".

Otras veces uno halla a la candidata perfecta y tiene todo listo para hacerle el ofrecimiento, pero se atraviesa otro que está más cerca y te la arrebata, dejándote con las ganas.

Sin duda, lo más patético y lúser es lograr el contacto visual, hacer el ofrecimiento de la forma más educada y galante del mundo, tratando de expeler el máximo de testosterona posible... y que te digan que no. ¡Que te digan que no! ¡Qué chucha!

Una variante de lo anterior es cuando una mina le ofrece el asiento a una vieja cuando justo uno lo iba a hacer. "¡Pero si pa eso soy el hombre!" Es como cuando las minas bailan entre ellas. ¿Pa qué hacen eso? Pico, poco me importa en realidad.

En todo caso, creo que tanto en contexto micro/metro como en contexto disco/bailongo lo único que las mujeres quieren es que uno les haga el ofrecimiento, aunque no lo reconozcan.

Una situación que no recuerdo que me haya tocado, pero que debe ocurrir en las dos situaciones descritas, es que sea la mujer la que haga el ofrecimiento, o sea que ella tome la iniciativa de o sacarte a bailar o pedir el asiento. "Baila conmigo y mira mi cuello sudado" (rico). "Dame el asiento y mira mi cuello sudado con lunar con pelo" (mala volá).

Las anteriores son las situaciones más típicas. Sin embargo, debo reconocer que aún falta estudiar los efectos de hacer el ofrecimiento con una lata de cerveza en la mano. Aventuro que los resultados variarán según horario, marca de la chela, nivel de cara de curao, forma de pronunciar y forma de mirar.

Y sí, la situación de pasajero es calcada de la situación de jote discotequero, pero hay algo que distingue a cada caso. La diferencia radica en la expectativa que uno como joven varón tiene en ambos contextos. Mientras en el bailongo uno lo único que quiere es que esté lleno de minurris pa hacerse el lindo y aplicarle a un perreo intenso y chacalonero, dándole sin miedo, rompiendo el suelo y sintiendo el choque, en la micro o en el metro uno sólo desea que ojalá no haya ninguna abuela de mierda para así viajar sentado sin culpa alguna.

Dicho lo anterior, dejaré enunciado un próximo experimento: Sacar a bailar una vieja en la micro.

Y antes de irme quiero hacer una aclaración: No voy a discos ni uso transporte público. Todo lo soñé o lo vi en Youtube.

Y puta la weá, ahora que releí esta mierda que escribí me cargó porque quedó como la narración de un papito zorrón chucha perro y la weá, más encima que me carga bailar y los locales culiaos donde se hace porque hay pura bulla, no se puede conversar y además bailo como la corneta. Lo publicaré de todos modos, en la semana me reivindicaré cortando calles, escuchando Anarkia Tropikal o tirándome de hocico a un cactus por weón... lo que pase primero.